Creo que va siendo hora de cambiar un poco el tono del blog, y hablar de una de las aficiones a las que dedico mi tiempo. Obviamente, se trata de los videojuegos, concretamente del hecho de coleccionarlos.
Mi afición a los videojuegos hoy en día no estaría tan desarrollada si no fuera por un muy buen amigo de Vilanova, también aficionado al tema y coleccionista desde bastante antes de conocernos.
Hace 9 años yo sólo conocía o había conocido mi antigua MegaDrive (vendida años antes), mi PC, mi PlayStation y mi recién adquirida DreamCast. Fue tras conocerle que se me abrió todo un mundo de ocio, después de probar en su casa la GameCube y la GameBoy Advance. Un año después me hice con una GameCube junto al juego Metroid Prime (de esta saga ya hablaré otro día, jejeje), y la bola de nieve empezó a rodar cuesta abajo, haciéndose cada vez más grande.
Pero bueno, hoy vengo a hablar de una saga que es «legendaria», tanto por su calidad, por su antigüedad, por ser conocida por muchas generaciones de jugadores, y porque su mismo nombre lo indica: The Legend of Zelda.